«Haced esto en memoria mía»

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Hoy celebramos la fiesta del Corpus Christi, una fiesta que nos recuerda la institución de la Eucaristía en la última cena, una fiesta que nos recuerda que Cristo quiso quedarse con nosotros y que está, de manera especial, en ese pan que es su cuerpo.

Son muchas las palabras que según los evangelios Jesús pronuncia en la última cena, pero hoy quiero fijarme en “haced esto en memoria mía”, una frase que no se reduce al ámbito de la cena Pascual o de la Eucaristía sino que supone una invitación a vivir como Jesús lo hizo, a hacer presente aquí y ahora, con nuestra vida, a ese Dios que en un gesto de increíble solidaridad se hace cuerpo, se hace uno de nosotros, para mostrarnos su verdadero rostro, su verdadera forma de ser y actuar.

La entrega de Jesús en el pan y el vino no es un gesto puntual y simbólico sino la recogida de todo lo que había sido su vida que, además, le iba a conducir pronto a la muerte, y la Eucaristía es entonces, la invitación de Jesús a formar parte de su vida, a vivir en comunión con Él.

Fijémonos pues en la vida de Jesús, en su forma de hacerse pan para los demás y en todo lo que de él podemos aprender, en todo lo que en memoria suya podemos hacer:

Hacernos acogedores: Jesús pasa por el mundo acercándose especialmente a los más pobres, a los más desvalidos y a aquellos que de una u otra manera han sido excluidos de la sociedad de su tiempo (leprosos, pecadores, recaudadores de impuestos…). Su forma de estar en el mundo nos habla de acogida, de mirar al otro viendo el valor que tiene para Dios y que debe tener para nosotros. Nos habla de no rechazar, de no apartar a nadie, porque todos formamos parte del plan de Dios. Nos habla de tender la mano para levantar al otro, de tratar a todos con ese cariño que repara el corazón… y nos habla también de reconciliación, de acercarnos incluso a aquellos que nos han podido herir sabiendo que todos estamos necesitados de perdón.

Hacernos serviciales: En la última cena encontramos a Jesús lavando los pies de sus discípulos, un servicio desagradable que estaba reservado a los esclavos, a lo más bajo de la sociedad, un servicio que, al tiempo, resultaría de los más satisfactorio para quien lo recibía. Pero este no es el único gesto de servicio de Jesús, tampoco el último si miramos como en la cruz realiza el servicio final entregándose por todos nosotros. La vida de Jesús se caracteriza por la mirada atenta a las necesidades de los demás, ofreciendo comida, consuelo, enseñanzas… facilitando la vida de los demás, asumiendo la responsabilidad del cuidado del otro.

Hacernos defensores de la justicia:Jesús lucha contra todo aquello que supone sufrimiento para otros -aquello que esclaviza a la mujer, que oprime al pobre, que excluye a las personas o que mira más el cumplimiento estricto de la norma que la misericordia con el hermano. Jesús nos invita hoy a luchar contra todo aquello que directa o indirectamente causa el sufrimiento de otros: el reparto injusto de las riquezas, la explotación de los países más empobrecidos, la desigualdad ante la ley, el uso desmedido de los recursos naturales…

Y viendo lo que puedo aprender de la vida de Jesús, de su hacerse cuerpo, me pregunto y le pregunto cómo puedo hacer que mi vida se parezca cada vez más a la suya, como puedo entrar en comunión con Él, porque precisamente ese es el deseo que debemos albergar cuando nos acercamos al altar para recibir la Eucaristía, recibirle en nuestro interior para que desde dentro nos transforme y nos haga cada vez más como Él.