¡Qué bonito día para comentar y compartir sobre la sinodalidad!, (synŏdus del griego «συνοδος» reunión, camino, acción conjunta…). Hoy, fiesta del Bautismo de Jesús, todavía con los ecos de haber adorado al Niño en el Portal, desde lo que somos, nos ponemos en camino con Jesús para anunciar la Buena Noticia.
El Evangelio nos recuerda que antes necesitamos ponernos en la cola de los bautizados, como Él, para ser impulsados por el Espíritu a la misión y así proclamar la Buena Noticia al mundo y ser rostro samaritano en medio de esta sociedad nuestra tan amenazada por tantas incertidumbres y desesperanzas…
¿Cuál es, pues, la invitación que el papa Francisco nos ha hecho al hablar de sinodalidad? La invitación a no olvidar que la Iglesia nos necesita activos, con deseos de recuperar nuestra corresponsabilidad como bautizados, de renovar la dimensión comunitaria de nuestra fe que nos hace “hijos y hermanos” y que nos “pone en camino” para hacer que germinen sueños, se susciten profecías, para hacer florecer esperanzas, vendar heridas, entretejer relaciones, aprender unos de otros como una sola familia, en la misma barca… es una invitación a la coherencia.
Sinodalidad, es el talante y modo de tratar “las cosas de la familia”, lo que le ocurre al mundo, a la propia estructura de la Iglesia, pues de ese modo sentimos que nada nos es ajeno, que estamos implicados.
¡Qué buen programa entonces de inicio de año! recuperar nuestra vivencia de cristianos dentro del Pueblo de Dios, dejando que su Espiritu nos lleve, juntos, con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, invitados a recrear y reparar tantas brechas rotas, en tantos ámbitos, a sentir que el camino se hace al andar, que no es una moda, pues la sinodalidad es el “camino” de encarnarnos como Jesús, en el hoy concreto.
No se trata de crear una nueva teoría sobre la Iglesia, ni de originalidades teológicas, sino de profundizar en la realidad de lo que la Iglesia es: comunión, participación, misión que exige escucha vulnerable, renovación y conversión, fijarnos más en lo que nos une y remar juntos en la misma barca; se nos invita a salir de nuestra zonas de confort, a no darlo todo por sabido, a mirar y no pasar de largo para descubrir la estrella, los signos… El Papa Francisco no deja de urgirnos insistentemente a tocar las llagas de Jesús, a hacernos cargo de los sufrientes, pues son estos los que nos devuelven a la realidad y al compromiso.
Junto al ¡feliz año 2022! habrá que añadir ¡feliz tiempo nuevo que nos pone “en camino”! y decir con convicción –como Sta. Rafaela Mª- «¡Quiero ser este año la alegría del Señor!» compartiendo y acogiendo la llamada a renovar mi sí a Jesús y a la comunidad que formamos sus discípulos y seguidores, sintiéndonos enviados a anunciar su Buena Noticia con gestos y actitudes que posibilitan la “revolución de la ternura” y el sueño de la fraternidad.
Mª José Tuñón, aci