Todo está siendo diferente en este tiempo y, como sabemos, la Navidad no se ha salvado de las restricciones. Hoy desde el proyecto Atalaya, en Burgos, nuestra hermana Elvira Santamaria nos cuenta como lo más importante de esta fiesta ha permanecido a pesar de las dificultades.
Este año en Atalaya, Burgos, como en todas partes, hemos tenido que acogernos a las medidas sanitarias reglamentarias, lo hemos hecho con responsabilidad y prudencia.
No hemos podido celebrar ningún encuentro navideño, como estábamos acostumbrados, pero tanto en el apoyo escolar como en el comedor hemos sido contagiados por la solidaridad, la acogida y la ayuda desinteresada de entidades, instituciones y voluntarios.
Con ellos y gracias a ellos, hemos podido celebrar la alegría de la Navidad con regalos a los más de 100 niños del apoyo escolar, y lo que es más importante, han tenido la oportunidad de sorprenderse y de ilusionarse. Su sonrisa, su nerviosismo ante el paquete regalo, es una muestra de lo fácil que es contagiar y contagiarse de la alegría.
Los más de 50 usuarios del comedor han disfrutado de buenos menús, regalos y buena compañía, fruto del buen hacer de muchos voluntarios, de la generosidad de otras fundaciones e instituciones, pero de manera especial ha sido una nueva oportunidad para palpar que todos somos hermanos, que las personas estamos por delante de las fronteras.
Una vez más podemos confirmar que la Navidad se reconoce: en lo sencillo, en lo frágil, en lo pequeño, en el agradecido, en el que se asombra de lo bueno que hay en la vida y ahí, justo ahí es donde Dios ha decidido quedarse con nosotros.