“En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en m¡ nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban. (Mc, 16, 15-20)
Y Jesús se “despide” en la fiesta de la Ascensión, ¡pero no nos deja!. Se han cumplido ya 40 días de la Pascua, y como a los discípulos, nos ha venido acrecentando en el corazón, cuál es la “tarea” a la que nos ha llamado, pues somos sus amigos y también sus testigos, la sal de la tierra llamada a ser la huella de Dios en el mundo.
Durante estos días nos ha ido “recordando” y hemos hecho relectura de lo acontecido, para saber permanecer, aguardar, para saberlo encontrar con los ojos del corazón, “habitando” siempre con nosotros. Él es el amor apasionado, el que salva y repara hasta el extremo, ayer, hoy y siempre, es ¡nuestra esperanza!
En su persona, el amor del Padre se ha colmado para que todos podamos en el Hijo sentirnos hijos y hermanos, para que “llevemos” esta alegría, que da sentido y plenitud a nuestra vida, a todos los confines, pues “necesitamos ayudarnos unos a otros a mirar hacia delante… soñar juntos, caminar como una única humanidad, caminantes de la misma carne humana…” (cf.FT.n.8)
Y esta es la “tarea” el Evangelio de hoy terminará diciendo, “ellos se fueron a predicar por todas partes y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que lo acompañaban” (Mc.16,20). El mismo Jesús nos ha puesto “en salida”, como al Papa Francisco le gusta recordarnos también, y la llamada es aún más urgente en medio de este tiempo de tantas incertidumbres y desesperanzas; hemos de “salir”, acoger, “hacernos prójimos” para la VIDA con mayúsculas, de tantos hijos como tiene Dios, que diría Sta. Rafaela Mª y que le han costado hasta la última sangre de su costado.
No nos quedemos “plantados mirando al cielo”, este es el desafío, cambiemos nuestra “mirada” y nuestro estilo de vida para que el mandamiento antiguo y siempre nuevo del Amor, hecho Servicio humilde, Pan y Vino, banquete de Esperanza, siga siendo fortaleza y consuelo que nos conduzca, con la creatividad del Espíritu, a no desfallecer en el empeño del “sueño de la fraternidad”.
¡Aguardemos, humildes, junto a María –discípula y Madre de la Iglesia- la venida del Espíritu! Para que la tierra entera tenga sabor a “Evangelio” y para que los pobres y descartados no tengan que seguir gritando, que no pueden esperar más…
Mª José Tuñón, Esclava del Sgdo. Corazón de Jesús