“Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Los sarmientos que en mí no dan fruto los arranca; los que dan fruto los poda, para que den aún más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he dicho. Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: quien permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; pues sin mí no podéis hacer nada. Si uno no permanece en mí, lo tirarán afuera como el sarmiento y se secará: los recogen, los echan al fuego y se queman. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que queráis y os sucederá. Mi Padre será glorificado si dais fruto abundante y sois mis discípulos” (Jn 15, 1-8)
Con esta imagen de los sarmientos unidos a la vid, Jesús personifica la relación a la que nos llama. Es una relación íntima y profunda, que nace de habernos encontrado con Él, de conocerlo por dentro y de amarlo. ¡Es una relación vital! Así como el sarmiento separado de la vid se seca, deja de tener vida, nosotros separados de Él no podemos hacer nada.
Jesús nos invita a permanecer en Él, a que nuestro corazón esté en Él, solo desde Él podremos dar fruto. Separados de Él podremos hacer muchas cosas, pero nunca serán frutos del Reino.
Permanecer en Él y dar fruto no se pueden separar; el seguimiento nos vincula íntimamente a Jesús y a su Misión. En palabras de Ignacio, es este “venid conmigo, comed y vestid como yo, trabajad conmigo para que después tengáis parte conmigo en la victoria como la habéis tenido en los trabajos” (cf. EE 93), son las palabras con las que el Rey Eternal llama a los que quieran acoger su causa y seguirlo.
En Él solo la esperanza, en Él todo el corazón, solo enraizados en Él podemos dar fruto. El Padre espera y quiere de nosotros que demos fruto y fruto abundante. Esta es su Gloria.
Inés Ruiz Alcudia, Esclava del Sgdo. Corazón de Jesús