Cargado de ternura

El símbolo de Jesús como Buen Pastor está cargado de ternura.

Es cierto que, en estos tiempos, es una imagen que a veces nos suena mal. No nos gusta ser consideradas como ovejas de un rebaño.

Pero para los primeros cristianos no era así…

El “pastor bueno” conoce a sus ovejas. No son todas iguales e indistinguibles para él. Quiere a cada una como a la niña de sus ojos.
 
El «pastor bueno» se preocupa, vive pendiente, siempre atento, sobre todo de las más débiles o enfermas, no abandona, no olvida. No duda en dejarlo todo para socorrer a la más desvalida. No se plantea “pérdidas asumibles”. Porque ninguna pérdida es asumible para quien ama.
 
El “pastor bueno” es un verdadero guía, capaz de orientar y dar VIDA. No como los falsos líderes que imponen temores y modos de ser, de actuar, de comprar, de pensar, de vivir… que buscan aumentar su poder, no nuestra felicidad.
 
El “pastor bueno” da la vida, su amor no tiene límites, no le paran ni el miedo ni la comodidad ni la seguridad ni la pereza. Lo deja todo, por cada una. Se arriesga.

¿Cómo resuenan en ti esos rasgos? ¿A qué te llaman en tu vida cotidiana?

Hoy te invito a contemplar a este Jesús Buen Pastor, y a pasar un tiempo tranquilo con él… a disfrutar del diálogo silencioso… a alimentarte de su palabra y de su vida, para ir descubriendo día a día cuál es la manera más humana de vivir … a aprender a hacerlo presente con una sonrisa en medio de la agitación y el trabajo cotidiano… a sentirte conocida, cuidada, guiada, amada hasta el extremo… a descansar en él…


Me gusta estar contigo, 
sin decir nada.
 Yo te miro y tú me miras.
 Nada más.
 Me conoces mejor que yo misma,
 sabes lo que siento, lo que me pasa…
 Y me quieres, a pesar de todo.
 Y por todo.
 Y con todo.
 Poco queda por decir.
 Sólo estar, en la ternura de tu mirada.
 Estar contigo, estar en ti.
 Abandonarme en ti.
 Dejarme sostener en tu abrazo.
 Sentirme amada.
 Sabiendo que tú ya lo sabes…
 Todo.
 También lo que yo no sé.
 Muchas veces me siento descubierta
 y se me escapa la sonrisa.
 Y ahí sí, te digo “¿qué?”.
 Y entonces me sonríes.
 Y entonces me comprendo.
 Enséñame a cuidar de los demás
 como lo haces tú.
 A no desentenderme y conocer a fondo
 como conoces tú.
 A no vivir con miedo y dar la vida
 como la entregas tú. 

 Bego Sasía     

Profesora de Matemáticas en Bachillerato del Colegio de Esclavas SCJ – de Bilbao

y voluntaria de PROACIS.