Tercer Domingo de Adviento

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar una buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la liberación a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor, para consolar a los afligidos… (Is 61, 1-2)

DAR AMOR

Nadie pierde por dar amor, porque ofrecerlo con sinceridad, con pasión y delicado afecto nos dignifica como personas. En cambio, quien no sabe recibirlo ni cuidar ese inmenso regalo es quien pierde de verdad. Por ello recuerda, nunca te arrepientas de haber amado y haber perdido, porque lo peor es no saber amar.
Nunca debemos arrepentirnos de haber amado, de habernos arriesgado a un todo o nada por alguna persona, por esa en concreto. Son esos actos los que nos dignifican, los que nos hacen ser humanos y maravillosos a la vez. Vivir es amar y amar es dar sentido a nuestras vidas a través de todas las cosas que hacemos: nuestro trabajo, nuestras aficiones, nuestras relaciones personales y afectivas, nuestra oración, nuestro compromiso por hacer un mundo más digno…
En el mundo con frecuencia viene a faltar el amor, nos falta la alegría y como dice el Papa Francisco a los consagrados, estamos llamados a testimoniar la alegría que proviene de la certeza de sentirnos amados por el Señor.
“¡Tú eres importante para mí, te quiero, cuento contigo!” Jesús a cada uno de nosotros nos dice esto. Sentirse amado por Dios, sentir que para Él no somos números, sino personas; y sentir que es Él quien nos llama». (Alegraos. Carta a los consagrados,10).
Por eso, este tiempo de ADVIENTO, tiempo en medio de tantas pandemias, es un tiempo maravilloso, del Espíritu, para preguntarle ¿qué más puedo hacer? ¿cómo lo puedo vivir? para que nuestra vida en este ADVIENTO, pueda ser buena noticia para los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la liberación a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para consolar a los afligidos, dar valor a quienes sienten miedo o se sientan débiles, esperanza para quienes acumulan tanta soledad, horizonte a quienes no han descubierto el gozo de la gratuidad.


Lo cierto es que este tiempo de pandemias, ya no se deja serenar con palabras sino con gestos, con amor.
Si renunciamos a amar o nos arrepentimos por haberlo ofrecido, renunciamos también a la parte más hermosa de nosotros mismos a ser ungidas por el mismo Espíritu y no ser buena noticia.

Pongamos nuestro modo de vivir, de hacer, de decir…en modo “amigo” para que nuestros gestos de ternura, de amistad, de amor, puedan levantar ánimos, quitar miedos, acallar mentiras, injusticias y abrir las puertas de par en par al AMOR.