SOLO EL DESPIERTO
DESCUBRIRÁ QUE VIVE
Estamos en el día de Año Nuevo de la liturgia. Comenzamos con el Adviento, que no es solamente un tiempo litúrgico, sino toda una filosofía de vida. Se trata de una actitud vital que tiene que atravesar toda nuestra existencia. No habremos entendido el mensaje de Jesús, si no nos obliga a vivir en constante Adviento. Lo importante no es recordar la primera venida de Jesús; eso es solo el pretexto para descubrir que ya está aquí. Lo verdaderamente importante es descubrir que está viniendo en este instante.
Todo el Antiguo Testamento está atravesado por la promesa y por la espera, pero en el Nuevo Testamento ya se produce el encuentro.
La clave de este relato evangélico está en la actitud de los criados. Nos quiere decir que Dios está siempre viniendo. Él es “el que viene”. La humanidad vive un constante adviento, pero no por culpa de un Dios cicatero que se complace en hacer rabiar a la gente obligándole a infinitas esperas antes de darle lo que ansía. Estamos todavía en Adviento, porque estamos dormidos o soñando con logros superficiales, y no hemos afrontado con la debida seriedad la verdadera existencia. Todo lo que espero de fuera, lo tengo ya dentro.
¡VIGILAD! Para ver no solo se necesita tener los ojos abiertos, se necesita también luz. Se trata de estar despierto para afrontar la vida con una conciencia lúcida. Se trata de vivir a tope una vida que puede transcurrir sin pena ni gloria. Si consumes tu vida dormido, no pasa nada. Esto es lo que tendría que aterrarte; que pueda transcurrir tu existencia sin desplegar las posibilidades de plenitud que hay en ti. La alternativa no es salvación o condenación. Nadie te va a condenar. La alternativa es: o plenitud humana o simple perdértelo por estar dormido, sin activar.
Las primeras comunidades oraban: “Maranatha” (ven Señor). Vivieron la contradicción de una escatología realizada y otra futura. “Ya, pero todavía no”. “Ya” por parte de Dios, que nos ha dado ya la salvación. “Todavía no” porque seguimos esperando una salvación a nuestra medida y no hemos descubierto la verdadera salvación, que ya poseemos.
En realidad, Jesús nos dijo que no teníamos nada que esperar, que el Reino de Dios estaba ya dentro de nosotros. En este mismo instante está viniendo.
La falta de encuentro se debe a que nuestras expectativas van en una dirección equivocada. Esperamos un Dios que llegue desde fuera. Esperamos actuaciones espectaculares por parte de Dios. Esperamos una salvación que se me conceda como un salvoconducto, y eso no funciona. Lo que depende de mí no lo puede hacer Dios ni lo puede hacer otro ser humano. Esta es la causa de nuestro fracaso. Seguimos esperando que otro haga lo que solo yo puedo hacer.
(Confrontar Web Carmelitas Misioneras de Europa)