Confiarnos al corazón de Jesús

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Hoy celebramos la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Recuerdo que hace unos años, alguien me preguntaba cómo dibujaría la imagen del Sagrado Corazón de Jesús queriendo entender esa devoción que las Esclavas llevamos en nuestro nombre.

Esa petición me dejó pensativa, pues quizá nunca me había parado a pensar en ello con demasiado detenimiento y poco a poco esa imagen fue tomando forma. Desde entonces cuando pienso en el Corazón de Jesús, imagino al joven discípulo Juan recostado en el pecho de Jesús tratando de escuchar qué era aquello que latía en lo más hondo de su corazón, de modo que su vida fuese haciéndose cada vez más fiel conforme a su Maestro.

Veo a Juan y también me imagino a mí, como discípula, recostada en el pecho de Jesús, desde esa petición que repito tantas veces deseando acompasar mi ritmo al ritmo del Corazón de Jesús.

Para ello descubro, cada vez más, la importancia de hacer silencio, de la escucha, del andarme sin prisas y del dar tiempo para escuchar la vida que late, la vida que gime, que llora y que pide ser mirada con misericordia, con ternura, con cuidado, la vida rota que pide ser reparada, así como para escuchar el latido de la vida que nace y que busca salir al encuentro.

En esa escucha del Corazón de Jesús surge el deseo de ir con Él, de tratar de caminar por donde Él transita, a Su modo, a Su ritmo.

También es lugar de descanso, de reposo cuando uno se siente derrotado, siendo “lugar” en el que “estarse” y dejarse consolar, cuidar, levantar.

En esta fiesta que celebramos hoy y en medio de la situación mundial que vivimos, quizá sea ocasión de arrimarnos un poco más a nuestro Señor y decirle: “Sagrado Corazón de Jesús en vos confío”, para así, desde ahí descubrir a qué nos llama hoy, a dónde nos invita a mirar a cada una, con “los ojos fijos en Jesús” y el oído bien atento a la escucha para que nuestro corazón se acompase cada vez más al Suyo.