Fiesta de la Ascensión

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Celebrar la fiesta de la Ascensión lleva a nuestro imaginario, casi inevitablemente, a mirar al cielo, e incluso a pensar en Jesús subido sobre una nube hasta sentarse a la derecha del Padre, como confesamos en el Credo.

Pero ¡Cuidado!, porque estas imágenes también pueden llevarnos a pensar que Jesús se ha ido, que nos deja aquí y Él está allá, en lo alto, sentado, parado, observando… Sin embargo, el Evangelio de hoy nos puede hacer caer en la cuenta de tres detalles: un lugar; un envío y una promesa que, tal vez, nos hagan poner los pies en la tierra.

Un lugar, “GALILEA”: Allí empezó todo. Es el principio de la misión de Jesús, donde conoció a sus amigos. Es el lugar de lo cotidiano, al que nos ha pedido volver para encontrarle. Por eso, tal vez, en este tiempo que vivimos sea una buena invitación la de volver a lo cotidiano, a las pequeñas “normalidades”, ya no tan normales, de cada día para ahí también volver a encontrarle y rencontrarle en todo y en todos.

Un envío, “ID Y HACER DISCÍPULOS DE ENTRE TODOS LOS PUEBLOS”: Después de lo vivido en los últimos meses, ha quedado más que patente la verdadera conexión que existe entre todo lo creado, entre todos los pueblos. Jesús nos llama y nos envía para que propaguemos por todo el mundo el deseo de seguirle. Jesús no hace acepción de personas, nos envía a todos a ir y hacer discípulos, en todas partes, sin excepción ¿Te atreves?

Una promesa, “YO ESTARÉ CON VOSOTROS SIEMPRE, HASTA EL FIN DEL MUNDO”: ¿Quién se atreve hoy con semejante promesa? Cuando podíamos pensar que llega la verdadera despedida Jesús nos sorprende, con esta radicalidad. Él lo da todo, hasta el final, SIEMPRE… Nos regala la promesa de permanencia infinita que nos hace encontrarle, también hoy, en nuestras Galileas particulares y nos compromete a seguir anunciando la Buena Noticia a todos… ¡Con Él, hasta el fin del mundo!