Casa de Cuatro Caminos

La mudanza

La mudanza se fijó para el día 26 de mayo y se llevó a cabo épicamente; la cronista lo narra con todo ese lujo de detalles cómicos que su buen humor sabía encontrar en cualquier episodio, y que recordaban tan exactamente las protagonistas años después. Las discusiones con los carreros, «tan poco complacientes, que bien dieron quehacer»; el armonio, trasladado por cuatro gallegos, que, «cuando lo toman en peso, principian a dar voces y a regruñir»; y la caminata de la mayor parte de las novicias, «cargadas con diferentes objetos, demasiados para sus cansadas fuerzas con el trabajo de todo el día y la larga distancia a que se encontraba la casa, en términos que tuvieron que descansar dos o tres veces en el camino, sentándose en el suelo».

Al día siguiente, las dos fundadoras fueron a presentarse al obispo y a ofrecerle la casa —la verdad es que no estaba la tal casa como para recibir invitados, y menos si eran de categoría—. «El señor obispo las recibió muy bien y con todo el afecto de un verdadero padre las animó para llevar adelante la obra. Les dijo que desde aquel día podían vestir los hábitos en la casa y salir de seglares; que pidieran permiso para tener misa en oratorio privado y que hicieran la instancia al señor cardenal para el establecimiento; y, después de inspirarles toda confianza, las bendijo y despidió, prometiendo ir a visitarlas»

Al fin todas se vieron reunidas y «animadas con la buena casa que habían logrado, aunque tan lejos». Poco después, cuando el calor empezaba a apretar en Madrid, pudieron apreciar mejor las ventajas del traslado; según dice la Madre superiora en una de sus cartas de esos días, en la casa «casi no se siente el calor y hay tanta ventilación por todas partes, que a esto lo atribuyo, pues dicen que en el centro de Madrid es sofocante».

Los primeros votos…

«En esta casa, el día 8 de junio de 1877, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, a las siete de la mañana, nuestras fundadoras emitían sus primeros votos en manos del R. P. Cotanilla, de la Compañía de Jesús, con todas las ceremonias requeridas por la santa Iglesia y con todo el gusto y contento de sus hijas, deshaciéndose los corazones de tedas en acción de gracias al ver la obra por la que tanto habían sufrido formar sus cimientos»

La misión…

A pesar de que la casa estaba retirada del centro, la M. Sagrado Corazón y las demás de la comunidad hicieron lo posible por extender la voz de que recibirían niñas pobres para enseñarles el catecismo. Y empezaron a acudir, efectivamente, todas las tardes. También había personas que vivían más cerca de la casa que de la parroquia, motivo por el cual la superiora procuró en seguida que la capilla, aunque pequeña, fuera pública, abierta a todos. «Determinaron pedir al señor cardenal la gracia de constituir la capilla pública, con otras más que creyeron convenientes, como el que se pudiera celebrar el santo sacrificio más de una vez y el que las niñas o jóvenes que acudían a aprender el catecismo recibiesen los sacramentos de penitencia y comunión». La M. Sagrado Corazón quiso siempre un apostolado catequístico muy unido al culto eucarístico celebrado en la capilla de la comunidad. Desde estos primeros momentos quería lo que luego expresó en dos frases lapidarias: «poner a Cristo a la adoración de los pueblos» y hacer cuanto estuviera a su alcance para que todos «lo conozcan y lo amen».

Dificultades de la casa…

Pero, por las circunstancias de su situación, la casa, la capilla, no podría ser nunca conocida como el «corazón viviente» de una comunidad mayor. Y eso, para la M Sagrado Corazón, era cuestión vital.  La casa que habitaban tenía una huerta muy grande, pero estaba hecha un erial por falta de agua. Tenían una noria, pero como el agua estaba muy honda, no había bestia que sufriera, sin sucumbir, tanto trabajo; la verdad es que compraron «un mulo ya anciano, no se sabe de cuánta edad [ . . . ] , no muy capaz de sacar a nadie de ningún apuro» . No estaba la comunidad por arredrarse fácilmente ante las dificultades: entre seis o siete de las Hermanas más fuertes sacaban cada día el agua necesaria. Después vino la historia de la maroma. Debía de estar muy gastada —tanto como los mulos viejos que se compraron—, porque se rompía con facilidad. El consumo de agua hubo de restringirse al máximo. Y era una grandísima contrariedad nada menos que en el verano madrileño. Sin embargo, la M. Sagrado Corazón no estaba demasiado disgustada; en el fondo se alegraba de que surgieran inconvenientes suficientemente serios que justificaran rescindir el contrato con la dueña de la casa. Para ella, aquella lejanía de la población —que hacía muy difícil la participación de los fieles en el culto y casi imposible ejercer un activo apostolado— pesaba más que cualquier otra penalidad.

Cambio de hábito…

Con la historia del agua andaban cuando el cardenal Moreno Ies aconsejó cambiar el hábito por otro distinto. Llevaban todavía el de la Sociedad de María Reparadora, y esto podía dar lugar a confusiones. No pusieron las fundadoras el menor inconveniente; y, cuando lo comunicaron a las demás, tampoco para éstas fue problema. Sorprende la claridad con que mujeres tan jóvenes y con tan poca experiencia religiosa distinguían lo esencial de lo secundario. Por lo primero, por el contenido de su vocación, hubieran dado la vida. Por la forma de vestirse, ni siquiera se les ocurrió discutir. Lo cierto es que en mitad del verano, con un calor sofocante y poquísima agua, les vino encima el trabajo extraordinario de modificar en unos días la misma indumentaria que estaban usando. Lo hicieron a toda prisa, y el día 22 de agosto dejaron el hábito blanco y azul y lo cambiaron por el negro.

REFLEXIÓN

A la vez que recorremos las raíces del Instituto, los primeros pasos de las Esclavas en Madrid, iremos conectando con nuestros primeros pasos en … nuestra trabajo, en la familia, en el grupo de referencia, en la comunidad, en el colegio….  para poder mirar, contemplar y ver lo que ha pasado por nosotros durante estos años. Para poder agradecer todo lo recibido y proyectarnos en el presente y en el futuro.

Seguro que tú también fuiste encontrando dificultades… 

Recuerda las dificultades del principio, de los primeros años, también las dificultades de los últimos años… 

¿Qué se te ha hecho más cuesta arriba? ¿por qué? 

¿Qué te animaba al principio a seguir, a mejorar, a superar las dificultades? ¿y ahora? 

¿Qué personas fueron importantes en esos momentos? 

¿Cuál era tu fuerza? ¿Cuál es ahora tu fuerza y tu impulso?

¿Qué te enseñaron las dificultades?