“Al amanecer del primer día de la semana” (Lc. 24,1) la Vida brota, lo hace en cada amanecer como oportunidad. La LUZ y el CALOR del Dios de la VIDA, quieren habitarte, cumpliendo su promesa de estar siempre EN-NOSOTROS, como Él, que se había hecho DIOS CON-NOSOTROS.
Cuando dejamos que el Dios de la Vida nos habite, sentimos cuánto nos ama, cómo nos predispone a amarlo, y cómo nos envía a AMAR, CUIDAR, ACOGER, REPARAR, …
Sentirnos habitadas por la LUZ Y EL CALOR del Viviente nos llena de agradecimiento y nos lleva a sentir que nuestra pequeñez es abrazada y nos hace “regalo para el otro”.
Recordamos la frase de Santa Rafaela Mª “Viéndome pequeña, estoy en mi centro, porque veo todo lo hace Dios en mí y en mis cosas, que es lo que yo quiero”.
Dios hoy renueva su promesa contigo, con-nosotros: “no os dejaré, os enviaré mi Espíritu”. Cada amanecer se hace compañero de camino, amigo, hermano, maestro,… calienta nuestro corazón, nos sostiene y nos envía a ser signos de PAZ Y ALEGRÍA que despierten la ESPERANZA en un mundo sombrío y frío.
En el camino hace “arder nuestro corazón” (Lc. 24, 32) “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino?” Déjate iluminar y calentar por el Dios de la vida.
Cuando lo invitamos a quedarse con-nosotros hace fiesta, parte y reparte el pan, levanta la copa para brindar por “la vida en abundancia” que nos regala, nos une a su acción de gracias al Padre, que no olvida a ninguno sus hijos, con el deseo de que formemos la “fraternidad universal” a la que con tanta insistencia nos invita el Papa Francisco.
¡Celebra la vida! compartiendo la luz y el calor del nuevo amanecer, como oportunidad para crecer en el amor de quién es el Amor que nos habita.
Paqui Oñate, ACI