Hace poco más de una semana celebré en Madrid mi profesión perpetua. Fue una celebración entrañable, presidida por el P. Francisco José Ruíz, sj, compartida con un buen número de Esclavas, familiares y amigos.
El de la Profesión, es un día muy importante en nuestra vida pues en esta celebración sellamos de manera pública y definitiva nuestro compromiso con la Congregación, con la Iglesia y con Dios. Una alianza que manifestamos desear «a toda costa», a pesar de que la experiencia nos dice que no siempre va a ser fácil.
Hasta llegar ese momento, una Esclava pasa por distintas etapas de formación pensadas para ir acercándonos al carisma y a los signos de identidad de la Congregación -Eucaristía, reparación, educación-, para ir profundizando y consolidando nuestra relación con Dios y para ir preparándonos tanto técnica como personalmente para la misión.
La última etapa de esta formación la conocemos como la «Tercera Probación» y está pensada como un tiempo de recogida de todas las experiencias de nuestra vida, especialmente desde la entrada en la Congregación. También se pretende que sea un tiempo en el que disfrutamos de la universalidad del Instituto, por eso se busca reunir a hermanas de diferentes países, en esta ocasión hemos sido 17 hermanas de 11 países, lo que ha aportado mucha riqueza en este encuentro.
La dimensión espiritual es fundamental en nuestra vida, por eso también es el tiempo en el que vivimos de nuevo -la primera vez fue en el noviciado- los Ejercicios de mes propuestos por San Ignacio, una oportunidad única de estrechar nuestra relación con Dios. Es, además, un tiempo para conocer aún más la Congregación con la que nos vamos a vincular por eso la tercera tiene lugar en Roma, en la casa donde viven la General y sus asistentes.Este año, además,por primera vez hemos tenido la suerte de vivir en nuestra casa de XX Setiembre, donde murió y se encuentra el cuerpo de Santa Rafaela.
En definitiva, han sido más de once años de formación que no han hecho más que prepararme para que en este momento final pueda pronunciar mis votos convencida de que efectivamente «sí, lo quiero a toda costa».
Gema Mascaraque, ACI