Tras las huellas de Santa Rafaela Mª

Algunas hermanas de la Provincia hemos participado en la Peregrinación a Roma organizada con motivo del Centenario de la muerte de Santa Rafaela María.
Para las 21 hermanas que hemos tenido la suerte de hacer esta peregrinación ha supuesto un enorme regalo. Se respiraba en el grupo el deseo profundo de seguir tras las huellas de nuestra santa.
El ajetreo de los aeropuertos y de las calles de Roma, nos recordaba que éramos peregrinos como muchos otros y resonaban en nuestra memoria expresiones de Rafaela como “¡Cuántos hijos tiene Dios!” “¡viendo mundo se aviva el celo!.”
Al llegar a XX Settembre y tras recibir una calurosa acogida de las hermanas de esa comunidad, nuestro deseo era recorrer las estancias de la Santa, saborear esos espacios como lugares de contemplación y escuela de santidad.
Como no podía ser de otra forma, celebramos la Eucaristía junto a su sepulcro “Jesús Eucaristía centro de nuestra reunión”, así le gustaba a ella presentar a Jesús como Pan entregado y Vino ofrecido por todos, centro de nuestra reunión. Brotaba en nuestro corazón el reconocimiento de tan gran don, y el agradecimiento a nuestras fundadoras por hacer de la Eucaristía el núcleo vital de nuestra vida y misión. Por tanto, no podía faltar ninguna de las hermanas de la Provincia en esa reunión. ¡Todas estábamos allí! Prolongamos esa experiencia con un rato de Adoración junto a las hermanas de la comunidad.
Cada día teníamos un itinerario que había preparado minuciosamente el equipo organizador. Visitamos la Roma de la historia y del arte, pero especialmente la Roma de la fe universal. Así concebía Rafaela María el Instituto enraizado en el corazón mismo de la Iglesia.
Unas buenas caminatas nos hacían llegar a distintos lugares: las Basílica, la Roma Antigua, la Roma Barroca, el Trastevere…
Algo especial fue visitar los lugares donde Rafaela había ido en algunas ocasiones como por ejemplo a la Iglesia de San Andrés del Quirinal donde acudía a la eucaristía, a San Claudio donde hacía la adoración y donde recibió la noticia de la aprobación de la Fundación en Roma. También visitamos San Ignacio, el Gesú, las camaretas de San Ignacio. Tuvimos la oportunidad de agradecerle al Santo la fuente de la espiritualidad ignaciana de la que bebemos. Al P. Pedro Arrupe le pedimos que nos ayude a ser fieles a la misión y a Santa María de la Estrada le pedimos que nos ponga cada día con su Hijo.
Otro momento lleno de emoción fue la visita a San Pedro. No podía menos que recordar las palabras de Rafaela cuando llegó a la Plaza de San Pedro: “¡Qué plaza la de San Pedro, Madre! “
Fuimos a visitar la estatua de Santa Rafaela y ante ella fue otro de los momentos en que una se siente muy pequeña y sin embargo parte de un Cuerpo muy grande. Frente a ella oramos juntas y percibo que le gustó vernos “unidas como los dedos de la mano y con un corazón universal”. Oramos unas por otras y ¡qué sensación de comunión y de pertenencia.!
¡Después entramos en la Basílica recojo de nuevo la expresión de Rafaela María “Qué templo Madre!… allí pedí por todas y cada una de la Congregación, por todos los amigos…”
Se podrían contar más experiencias, pero creo que éstas han sido las más significativas. Experiencias de comunión, de pertenencia y de agradecimiento por tanto recibido.
La ciudad y muchos de sus monumentos están en obras, preparándose para el Jubileo. El 2025 es el Año Jubilar el lema “Peregrinos de esperanza”.
Que Rafaela María nos enseñe a ser peregrinas de esperanza, como lo fue ella y a comunicarla a los que más la necesitan.