Del 15 al 23 de junio he estado peregrinando y acompañando – junto con 3 Jesuitas – a un grupo de 20 jóvenes. Hemos estado siguiendo las huellas de San Ignacio, desde Pamplona hasta Loyola, celebrando los 500 años de su conversión.
“Ver todas las cosas nuevas en Cristo” es el lema que nos ha acompañado y que poco a poco hemos ido encarnando, haciéndolo también nuestro:
… En las etapas más duras, cuando ante el cansancio, la lluvia y el barro predominaba la solidaridad, el sentido del humor y la cercanía.
… En la gente que nos acogía y ayudaba, dándonos más de lo que era necesario.
… En la comunidad, donde cada uno dejaba su propio yo para preocuparse por el otro, poniendo como centro a Jesús, a Aquel que recibíamos cada día en la Eucaristía.
… En la oración, donde cada día había menos “yo” y más “Tú”, menos hacer y más dejarse hacer, sintiéndonos enviados a compartir la sed de Dios.
… Y, como no, en lo sencillo de cada día, donde una conversación sobre la vida, una broma, un canto, un compartir profundo o la contemplación de la naturaleza nos alegraba el corazón.
Para mí ha sido todo un regalo, siento un agradecimiento profundo. Por haber sido enviada a entregar a Jesús, por haberme encontrado con Él en medio del grupo; y, a la vez, por el aprendizaje que ha supuesto en mi vida. Después de años deseando conocer Loyola, finalmente llego y no de un modo cualquiera sino como peregrina, con otros, despojada, siendo instrumento y compartiendo camino con compañeros Jesuitas. Me habla tanto de los tiempos de Dios… ¡qué diferente habría sido conocer este lugar santo como turista en vez de, como ahora, llegar “descalza” como peregrina! Dios sabe lo que hace y lo que necesita cada uno, nosotros solo tenemos que dejarnos llevar, sin adelantarnos, con la confianza de que siguiéndolo, no nos podremos perder.
Beatriz de Santos, Esclava del Sgdo. Corazón de Jesús