En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.». (Mt 28, 16-20)
La fiesta de la Santísima Trinidad nos recuerda que Dios se nos manifiesta como comunidad de Amor. Dios nos modela, como la arcilla en manos del alfarero, y ha dejado en nosotros la huella de la comunión.
El hecho de que Dios sea Trinidad, de que sea comunidad de Amor, nos llama a ser constructores de fraternidad en nuestro mundo. Una llamada a que ningún sufrimiento humano nos sea ajeno. El sufrimiento de los olvidados y descartados, de los que tienen dificultades para llegar a final de mes, los ancianos, los niños maltratados o que soportan abusos, las mujeres que sufren discriminación y violencia, los jóvenes sin futuro, los inmigrantes o refugiados atrapados en tierra de nadie. Tampoco puede sernos ajena la crisis ecológica, la tierra herida, el cuidado de la casa común tan unida a la causa de los pobres.
Una comunidad de Amor no descarta, no discrimina, no olvida a nadie, no se aprovecha de nadie…
¿TE SIENTES COMUNIDAD DE AMOR? ¿CÓMO LA HACES REALIDAD?
Dios Trinidad es una gran noticia para nosotros, nos invita a ser constructores de comunidad humana en armonía y cuidado de toda la creación.
Eulalia Jubany, Esclava del Sgdo. Corazón de Jesús