Hoy vuelvo a escuchar la parábola del Padre bueno.
Y me sorprendo.
Siento una alegría inmensa en mi interior, difícil de explicar.
Es como un vuelco en el corazón al experimentar que la puerta de Dios está siempre abierta para mí; que su abrazo está asegurado; que el banquete en el hogar es una fiesta; que el anillo y la túnica que me restaura como hija están preparados. Yo voy en tu busca.
Tú me abrazas.
Me abrazas en lo profundo de mí y en mi vida: en tantas personas a mi alrededor que me quieren, que sacan lo mejor de mí…
Déjate abrazar.