Hola! Después de cinco semanas en Camerún, ya estoy de vuelta. Bikop es un pueblecito en el que el dispensario y la escuela de la Comunidad de las esclavas es un punto de referencia.
La comunidad nos acogió genial, muchas son españolas y nos lo pasamos muy muy bien con ellas, nos hicieron sentir como en casa. La naturaleza era increíble, estábamos literalmente en medio de la selva, es muy bonito el sitio.
Durante las primeras semanas estuve haciendo un poco de todo en el dispensario, en las consultas, en la acogida midiendo parámetros, ayudando en la consulta prenatal… También ayudábamos a organizar todas las medicinas, junto con las enfermeras de ahí.
Muchas tardes las pasábamos con los niños y jóvenes de ahí. Ha sido increíble bailar (o por lo menos intentarlo) y ver cómo los más pequeñitos tenían más ritmo en un pelo que nosotros en todo el cuerpo.
Luego llegó la semana de campamento y menuda experiencia! Además de muchos niños que conocíamos de antes, también venían algunos de más lejos, de las ciudades, primos, sobrinos de la gente de Bikop. Empezaban a llegar a las 7 y media y hasta las 3 no parábamos. El lema del campamento era Ensemble prenons soin de notre environnement (Juntos cuidamos nuestro medio ambiente) para concienciar un poco a los niños. De todo el tiempo que he pasado ahí, con lo que más me quedo es con las personas que he ido conociendo. De los cameruneses, su forma de vivir el momento, de disfrutar de lo que están haciendo sin prisas, vivir con esa alegría con lo que tienen, los saludos de todos cada vez que nos veían, pararse a hablar con nosotros, su agradecimiento por dedicar parte de nuestro tiempo allí -cuando, aunque suene a tópico, he recibido mucho más de ellos con las sonrisas de los niños y su forma de sorprenderse con nuestra piel, nuestro olor, nuestras manos…-. También todas las personas que están dedicando su tiempo a diferentes proyectos allí: la misión de las Esclavas del Sagrado Corazón (el colegio y el dispensario), los centros de acogida de los jesuitas en Yaoundé para los niños de la calle, el orfanato para discapacitados de Sangmelima. También con el esfuerzo que hacen cada día para sacar las cosas adelante, su entrega y el cariño con el que lo hacen.
Estoy muy agradecida por todo lo que he vivido y todas las personas con las que me ido cruzando.
«Mi equipaje será ligero para poder avanzar rápido. Tendré que dejar tras de mí la carga inútil y llevaré todo aquello que no pesa: muchos nombres con su historia, mil rostros en el recuerdo, la vida en el horizonte, proyectos en el camino.»
Porque vivir más con menos es posible y ellos me lo han enseñado cada día.
Un trocito de mí se queda en Bikop.